BIOGRAFÍA Y OBRA
BIOGRAFÍA Y OBRA
Joaquín Sabaté Casanova (Móra la Nova (Tarragona), 7 mayo 1936 – Barcelona, 29 setiembre 2024), conocido artísticamente como Quimet Sabaté, es un pintor contemporáneo figurativo catalán.
Ya desde niño mostró aptitudes para el dibujo y la pintura. Sin antecedentes en la familia, de su pasión y amor por esta actividad a tan temprana edad se podría deducir que el dibujo y la pintura habían nacido con él, más que tratarse de una afición adquirida. En su adolescencia en el pueblo, dibuja incansablemente y pinta copias de láminas de cuadros de pintores conocidos para practicar y recibe el aliento de sus maestros. Ya desde muy joven decidió que su futuro estaba en la pintura y ese fue el principio que guió toda su carrera y del que nunca se apartó.
Cuando Quimet y su hermano gemelo Joan contaban 17 años (1953), la familia se trasladó a Barcelona por motivos profesionales del padre, lo que abrió todo un mundo de oportunidades para el joven aprendiz de pintor, que entró a trabajar en una importante empresa de la época, “Fontcuberta”, especializada en rotulación de tranvías, donde esperaba poder mostrar sus dotes de dibujante, a la vez que frecuentaba con todo entusiasmo los talleres de pintores barceloneses de la época, especialmente el de Rossend González Carbonell, donde pudo perfeccionar la técnica de la pintura al óleo, a la que se dedicó casi en exclusividad durante toda su trayectoria artística.
Entre 1954 y 1958 fue pupilo del pintor húngaro y marchante internacional Peter Sugar Kunt, quien le facilitó un estudio en la calle Llúria y contribuyó a su formación, pero también controlaba en exclusiva su producción artística, comercializándola en el extranjero como si fuera propia.
En 1958 el pintor marcha a Marruecos dos años para cumplir con el servicio militar. A este periodo se deben pinturas de escenarios de Tetuán y “retratos morunos” que recuerdan al estilo de Nonell o Zuloaga.
Tras el paréntesis del servicio militar obligatorio de la época y ya con el firme propósito de convertirse en pintor profesional, empieza a trabajar con su hermano Joan, quien llevará a partir de entonces el tema de la comercialización de su producción artística. Se instalan en el primer estudio en el 55 de la emblemática vía barcelonesa de Las Ramblas, a la que el pintor ha estado siempre estrechamente ligado. Su segundo estudio estará en el número 12 y el definitivo, al inicio de las Ramblas ante el monumento a Colón, en la plaza del Portal de la Paz.
Ya liberado de ataduras, empieza a trabajar a un ritmo frenético. A finales de 1960, se le brinda la oportunidad de mostrar públicamente su primera producción artística en una exposición individual en las salas del Orfeó Català de México D.F., consiguiendo un éxito destacable que le afianzó en su vocación y le animó a seguir adelante con su carrera pictórica.
A finales de los 70 y durante los 80, se introdujo en el difícil y competitivo mercado norteamericano de USA y Canadá de la mano del marchante mexicano Gama Huertas.
Realizó exposiciones individuales en México D.F. (1960), Girona (1961 a 1971), Caldas de Malavella (1969), Barcelona (1972, 1974, 1985, 1986, 1987 y 1989), París (1976), Madrid (1977), Toronto (1979), New York (1982), Marsella (1984) y Sitges (1988) y participó en muestras colectivas en Palma de Mallorca (1959), Barcelona (1970, 1971, 1972, 1985, 1999 y 2017), París (1977), New York (1977), Quebec (1981 y 1987), México D.F (1982), Madrid (1969, 1973, 1984 y 1986), Miami (1993, 1996) y Córdoba (2019).
Mención aparte merece la relación de amistad que trabó con el considerado primer surrealista catalán, Ángel Planells Cruañas, a principios de los años 70 y hasta su muerte en 1989. A pesar de la distancia generacional, les unía un marcado interés por los asuntos fantásticos y oníricos. A través de la narración de situaciones y anécdotas vividas con su íntimo amigo de juventud, Salvador Dalí, Planells fue despertando aún más el interés de Sabaté en la figura y obra de Dalí, al que ya admiraba desde joven, lo que dio lugar a una serie de cuadros inspirados en el pintor surrealista.
Estos cuadros de temática daliniana formaban una exposición permanente “Homenaje a Dalí” que podía visitarse libremente en su estudio de la Rambla, que abrió a mediados de la década de los 2000 a los visitantes locales y extranjeros y que llegó a convertirse en un foco de atracción turística de la llamada Barcelona “insólita”, “oculta” o “secreta”.
La desaparición de su hermano en 2015 y las secuelas de un accidente de tráfico sufrido en 2017 fueron la causa de que detuviera la producción regular de obra, aunque nunca dejó de coger los pinceles a modo de terapia ocupacional.
Lejos del transcendentalismo y la ampulosidad, Quimet Sabaté ha sido un trabajador de la pintura, sin pretensiones pero con todas las ambiciones, disfrutando cada día y agradeciendo que su pasión vital hubiera podido ser también su forma de ganarse la vida.
TÉCNICA Y ESTILO
Se puede afirmar que Quimet Sabaté es totalmente autodidacta. No tiene títulos de formación académica, sino que su talento natural se completó con la práctica y la experimentación propias, unidas al estudio y a la admiración de las obras de los grandes maestros, como Velázquez, Ribera, Goya, Nonell, Ramón Casas, Fortuny, Zuloaga, Sorolla, Vila Puig, Picasso, Dalí…
Cultivó sin reticencias y con total solvencia todos los géneros tradicionales, paisajes, marinas, bodegones, retratos, autorretratos, figuras, desnudos…
En los bodegones, retratos y figuras, su técnica preferida para trabajar el pigmento fue la de húmedo sobre húmedo, aplicando las sucesivas capas de pintura sobre zonas previamente pintadas sin estar secas aún, con el resultado de una mezcla fluida y directa de colores en la superficie del lienzo, lo que favorece efectos visuales lumínicos y transiciones suaves.
En cambio, en los paisajes y marinas, así como en algunos elementos, empleó la técnica del empaste, aplicando -generalmente a espátula- capas generosas de pintura, creando un efecto tridimensional y una calidad táctil muy efectiva para representar las diferentes texturas.
Por su paleta de colores vibrantes y su trazo espontáneo y enérgico podría considerársele como figurativo expresionista en evolución constante (apreciable en su autorretrato de 2011, último ejercicio introspectivo).
En cuanto a las temáticas, en sus paisajes hay una búsqueda constante de atmósfera y profundidad y sus marinas son estudios de la interacción del agua -casi siempre representada por un bravo oleaje- con la luminosidad del cielo en las distintas horas del día.
Como bodegonista, se podría decir que tiene un estilo más clásico, que remite a la tradición del siglo XVII español. Se interesa por la forma, por el volumen, por el color y por la luz en un ejercicio de composición y representación de detalles y texturas.
Como retratista, no rechaza el uso de la fotografía para obtener información sobre los retratados pero ello se complementa siempre con la observación del natural para captar los rasgos esenciales del protagonista, al que generalmente sitúa en contraste con fondos neutros, intentando aprehender la presencia humana que irradia el modelo aparte del parecido físico, creando gran parte de la expresión facial a través de los ojos, especialmente resaltados en los retratos femeninos, que tienden a la idealización, quizás buscando un resultado halagador que no se busca en los retratos masculinos, más realistas.
En la edad madura, el pintor se autorretrata también de forma psicológica, escrutando el reflejo de sí mismo e interpelando al espectador con una mirada directa y enigmática.
En sus cuadros de desnudos -generalmente femeninos- la obra del pintor se convierte en un exponente claro de la relación innegable entre pintura y erotismo o sexualidad. En ellos se puede encontrar siempre un erotismo implícito, así como también en obras decidida y abiertamente sensuales, como las numerosas escenas de contacto físico directo e íntimo entre cuerpos como aspecto clave en el encuentro erótico que se incluyen en muchos de sus cuadros de gran formato, tanto en el motivo principal como en las escenas secundarias del fondo en penumbra.
En estas obras más personales, que no responden al encargo y que desde siempre ha venido realizando paralelamente a su producción más comercial, es donde el pintor se entrega a la libertad creativa, dando rienda suelta a su imaginación y materializando las fantasías de su mente y la inspiración que le llega a través de los sueños, caminos que se concretan y asumen el papel de fuentes de creación en estos óleos, donde lo real y lo imaginario se complementan para formar un cuadro onírico, siempre profundamente mágico y simbólico, donde el espejo crea un espacio ilusorio y las burbujas o esferas, con su fragilidad y belleza fugaz, simbolizan la brevedad de la vida y de la juventud. Pareciera que Sabaté está reinventando el Surrealismo de los años 20 del siglo pasado en lo que respecta a la plasmación de los productos del subconsciente y los sueños pero sin adoptar aquellas técnicas de exploración de dicho subconsciente (automatismo, vigilia, paranoia...).
Este mismo tipo de impulso creador se encuentra en la serie de homenaje al Dalí surrealista, que incluye algunos retratos de dicho pintor con sus atributos más reconocibles. Otros lienzos, con el omnipresente rostro de Dalí siempre de observador, constituyen reinterpretaciones de obras icónicas del propio Dalí y/o asociaciones libres de temática e iconografía recurrente daliniana, como el reloj blando derretido, desposeído de su forma y uso convencionales, símbolo inconsciente de la relatividad del espacio y el tiempo; el huevo, símbolo del amor, esperanza, vida preuterina y hasta un recuerdo sempiterno de que Dalí era la copia de su hermano muerto (del mismo nombre y fallecido 9 meses antes de que naciera) y tema principal del cuadro «Niño Geopolitico…»; el dosel superior drapeado del mismo cuadro, asimilado a la placenta, que Sabaté representa más bien como la peluca del «Retrato de Mae West como sala de estar»; los moluscos, ya sea un caracol de mar («Madonna de Port Lligat») o un simple caracol de tierra, al que Dalí relacionó -en su obsesión por Freud- con la cabeza humana: lenta, dura cual caparazón y blanda en su interior y susceptible de ser manipulada. Tal vez, también pertenezca a la interpretación freudiana de los sueños el águila como animal de libertad y fuerza que se eleva por encima de lo mundano, muy presente en la serie.